Una conversación entre tres amigos. Extensa, aunque sosegada, para frenar el rápido aleteo del reloj actual. Repaso a cuarenta an?os de recorrido por las letras. José Carlos Llop, un escritor de aquí, de Mallorca, pero también de influencia cultural europea, es preguntado acerca de su extensa obra, de su estilo cimentado en los conceptos de memoria, belleza, verdad y libertad, y de los vínculos familiares y de la configuración de la propia personalidad, todo ello hilado por la poesía de sus líneas y por las ciudades de París, Barcelona, Palma o Burdeos, que han cautivado y guiado al autor. El poso generado tras diez libros de poesía, siete novelas, cinco volúmenes de diarios personales, cuatro colecciones de ensayos literarios y dos tomos de no ficción.
En José Carlos Llop: una conversación (Elba Editorial), que bien podría merecer el calificativo de ensayo, Llop dialoga con dos buenos amigos, escritores, quienes ahora le entrevistan: el colaborador de este rotativo Daniel Capó y el crítico literario J. M. Nadal Suau. Todo ocurre entre el Hotel Araxa y el centro de Palma, en sus calles estrechas, en los casales hoy convertidos en hoteles boutique. Lo hacen en torno a la propia literatura creada por el protagonista y por otros autores; el concepto de generación; la realidad social y política y, en definitiva, sobre el paso del tiempo y las consecuencias de este. Y es que como se explica en el prólogo del libro, José Carlos Llop ha vivido “las farsas y resistencias de los ochenta, la resaca de los noventa, la deriva finisecular y la crisis de una globalización cuyas instituciones permanecen a medio edificar, veremos si para siempre”.
El hilo discursivo de José Carlos Llop: una conversación pivota entre dos realidades: Europa, que es en este caso cobijo y perspectiva (Francia, por ejemplo, un país donde se ha leído y se lee mucho a Llop, y que abre la posibilidad de pensar en un proyecto cultural comunitario, donde convergen las distintas tradiciones y tendencias de este continente) y Mallorca y el Mediterráneo, espacios de metafísica y magia, desde donde se inspira su escritura. O tal vez debamos darle mayor importancia a otras dos relaciones latentes en el tomo: el juego de espejos entre el territorio materno, el de la infancia, vinculado a la familia y los primeros años y el misterio de la adolescencia y el territorio de la vida adulta: el espacio y el tiempo donde se configura nuestra personalidad.
En su estudio de Palma, Llop, colaborador de Diario de Mallorca, cuenta que sólo hay dos escritores fotografiados y enmarcados entre los libros, porque “otros fueron cayendo”, según apostilla. Uno es Marcel Proust y el otro, Rainer Maria Rilke. “Rilke es demasiado grande, lo representaría como la combinación de la Sexta sinfonía de Beethoven y, detrás, La noche transfigurada de Schöenberg”, remata. Sin embargo, “sin la Biblia leída por mi padre y las aventuras de Tintín, o los cuentos de hadas y Ses Rondaies que me leía mi madre, no creo que hubiera sido escritor”, se sincera un autor que comenzó a escribir poesía a los catorce años.
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