La biografía del escritor portugués Gabriel Magalhães, nacido en Angola en 1965, sustancia como pocas el latido doble del espíritu ibérico, entre Portugal y España. Se crió de niño en el País Vasco, se doctoró en Salamanca, es profesor en la Universidad de Beira Interior, en Covilha y, recientemente, se ha acercado con fascinación a la gran cultura catalana. En su último libro, Los españoles (Ed. Elba), reflexiona sobre nuestro país desde la fascinación por su complejidad.
– Uno de los aspectos que más me ha interesado de su libro es que busca definir a los países desde su dinamismo, tanto interior como exterior. Más tarde hablaremos de España, pero me gustaría empezar por Portugal. Usted afirma que “los países son mitos”: ¿cuál es el mito portugués que explica su historia? ¿Y, a su vez, cuál sería el dinamismo que late en su relación con sus dos grandes vecinos: España y el Atlántico?
Tiene usted razón. A mí me interesa más, en este libro, la evolución de las naciones que su, muy teórica, eternidad esencial. En el caso de mi país, a lo largo de la historia podemos encontrar varias caras de Portugal. Varios heterónimos. Es como si las naciones fueran programas de ordenador que van sacando nuevas versiones. La España de hoy, por ejemplo, no es la de la década de 50 del siglo pasado; en muchos aspectos, intenta incluso ser lo contrario.
Además, todas las naciones, para existir individualmente, crean su propia leyenda. Su mito. Esta “mentira” no lo es completamente: por eso, habrá que ponerle comillas. De hecho, las buenas patrañas poseen una parte de verdad, y la falsedad de las patrias constituye un buen ejemplo de esto. Existen, de hecho, sensibilidades culturales específicas, a partir de las cuales se redondea el círculo cerrado del imaginario nacional. Si esto no se hiciera, las nacionalidades acabarían descubriendo que consisten, ante todo, en una relación con otras realidades nacionales.
En el caso portugués, hemos inventado el mito de nuestro destino imperial, que nos permitió olvidar nuestra pobreza. Portugal siempre ha tenido problemas económicos, y los viajes son un modo de superar –de superar y olvidar– esa limitación. Nuestro imperio fue una enorme y hermosa fantasía.
También hay la idea de un papel místico de la cultura lusa. Pero este mito me cuesta criticarlo porque creo en él. Soy portugués y, para serlo, debo conservar la ingenuidad de no dudar que mi país posee un destino espiritual particular. Permítanme, pues, que mantenga esta ilusión infantil. No me gusta la lucidez absoluta, que se parece mucho a la muerte.
En lo que respecta al tema del Atlántico y de España, representan un poco los dos extremos de nuestro movimiento pendular. El rechazo de la unión ibérica, que ocurrió en el siglo XIV, nos precipitó en el océano. Sólo somos independientes porque fuimos capaces de transformar el mar en una parte de nuestro territorio. Pero, de cuando en cuando, volvemos a España. Volvemos a ser el hermano siamés de nuestros vecinos ibéricos. El último regreso ha ocurrido recientemente, cuando ambos países ingresaron en la UE.
Fuente: Nueva Revista.
Entrevista completa: Gabriel Magalhães: “Los portugueses, de cuando en cuando, volvemos a ser los hermanos siameses de los españoles”.
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