Una vez pregunté a la escritora Leila Guerriero cuál era el libro que más le ha influido sin haberlo leído. Es una pregunta que suelo lanzar a mis amigos, casi como un juego. Muy pocos, por ejemplo, han leído El capital de Marx o El origen de las especies de Darwin o el Corán o la Biblia hebrea y, sin embargo, todos sabemos que estos libros nos han condicionado de un modo u otro. La respuesta que me dio la autora argentina me sorprendió porque apunta hacia uno de los núcleos centrales de la memoria, es decir, hacia la permanencia de las emociones a pesar del olvido. Me dijo que, entre los libros que uno no ha leído, pueden contarse también aquellos que sí ha leído y que, aun sin recordar casi nada de ellos, sabe que le conmovieron. Lo leído y olvidado es también lo vivido y olvidado. O, si se prefiere, lo recreado por el tiempo. En realidad nuestro pasado resulta siempre un misterio.
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