Como en medio de un sueño, Europa despierta para encontrarse con el pasado convertido en un desfiladero y el futuro alzándose como un muro de hormigón. Ningún relato kantiano puede suavizar el fondo trágico de esta historia. El reciente anuncio de la Unión Europea sobre su programa de rearme, con un presupuesto que ronda los 800.000 millones de euros, marca el inicio de una nueva era política. Más allá de las cifras, esta proclama revela una dolorosa verdad: la paz, asumida durante décadas como un legado inalienable, ha sido más bien un espejismo sostenido por la sombra de otros poderes. Hay en ello una ironía amarga que haríamos mal en ocultar: el faro de los valores universales debe ahora hablar el lenguaje más antiguo del mundo, el del poder.
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