¿Cómo olvidarnos del dolor? Nuestra cultura se ha construido en diálogo con lo incomprensible: ya sea la belleza y el don gratuito del amor, ya su opuesto: el sinsentido de la muerte y la crueldad, agudizado por el paso del tiempo. Sin embargo, en el mundo contemporáneo, el arte y la estética se ven cada vez más reducidos a una cartografía del trauma y de la identidad. Lo que en otras épocas era un campo de exploración formal, un espacio para las indagaciones metafísicas o sencillamente para la búsqueda de lo nuevo, aparece hoy limitado por una lógica política que se alimenta casi exclusivamente del victimismo. Esta visión de la cultura nos enfrenta a una inquietante paradoja: mientras el arte se transforma en un mero reflejo del pasado, ¿dónde queda la auténtica trascendencia? El valor salvífico de la belleza parece relegarse al ámbito político, ¿pero puede la política ser su único refugio?
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Lúcida reflexión aplicable al ayer y sobre todo al hoy donde tanta falta nos hace el alivio frente al desasosiego moral.