Como las Navidades son por definición tiempos melancólicos, también la política conoce este ensueño. Porque, al igual que en los tiempos festivos, las emociones humanas –la nostalgia, la decepción, la esperanza– desempeñan un papel central en el escenario político. En primer lugar, la decepción. Nadie que haya superado la línea divisoria del medio siglo permanece indemne. La consecuencia es doble: un escepticismo casi cínico, por un lado; y una radicalización infantil que proyecta lo que se quiso y no se pudo, una especie de retorno perpetuo a la adolescencia, por otro.
Santa Claus en el patíbulo
Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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