La historia emocional de los países es un relato bipolar en el que alternan los periodos eufóricos con los periodos depresivos. Cuando llegué a los Estados Unidos por primera vez, a comienzos de los noventa, el optimismo se respiraba en la sociedad. Ya no era la época del Vietnam ni del desafío japonés y la Guerra Fría había llegado a su final con la estrepitosa derrota de la URSS. La crisis del petróleo de los años 70 había pasado al olvido y la abundancia traída por la reaganomía activaba el sistema circulatorio de la economía americana. Más adelante llegaría Clinton, que quiso encauzar el momento propicio del ciclo monetario. Mi amigo González Férriz ha escrito un documentado ensayo sobre el papel del optimismo en aquella década prodigiosa, que parecía haber clausurado la historia. O, al menos, eso pretendía.
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Foto: Imagen de The Objective (Alejandra Svriz)
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