Decía Josep Pla, al final de su vida, que cuanto más al sur se viaja más frío hace en las casas y cuanto más al norte, más calor. Puro empirismo. «Si emprendéis el viaje sobre Suiza, Alemania Occidental, Hamburgo y Escandinavia», comentaba, «viviréis admirablemente bien, con interiores perfectamente calentados —y esto con las nevadas, las bajas temperaturas, los cambios de tiempo que os parecerán insospechados, pero que en aquellos países son de una normalidad habitual—». Es la civilización, más que la climatología, lo que explica realidades tan evidentes como el progreso.
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