Sigo con Kafka en el centenario de su muerte. Concretamente con sus aforismos, brillantes, precisos, enigmáticos, que acaba de publicar entre nosotros la editorial Acantilado. «Tú eres la tarea. Ningún alumno a lo largo y ancho», escribió en la localidad bohemia de Zürau, señalando que no hay distinción entre el camino que emprendemos y la propia vida. No tenemos una tarea, sino que nos hacemos al avanzar y al enfrentarnos con la realidad. Las dificultades del sendero se hacen patentes en otro pensamiento de una plasticidad maravillosa: «Como un camino en otoño: apenas queda bien barrido, se cubre otra vez con las hojas secas». Nos remite a una característica esencial del judaísmo, que es la fidelidad extrema a esos raros momentos de luz, de sentido, recibidos a lo largo de una vida. Ser fiel consiste en recordar una y otra vez aquel sendero despejado, antes de que el barro, las lluvias y las hojas muertas lo hagan de nuevo irreconocible.
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