Parece ser que al final ha ganado Illa, como podría no haber ganado. Las cosas suceden así; el triunfo o la derrota se deciden por un puñado de votos: algo más de un centenar en Lérida, menos de mil en Tarragona. Sin embargo, nadie pierde del todo; ni siquiera los que pierden de verdad. Y, al revés, cualquier victoria es parcial. Mucho más cuando pasa el tiempo y las cenizas acaban por enterrar el pasado. La muerte y la resurrección constituyen un ciclo mítico que ha conformado nuestra civilización occidental y que nos ha hecho ser como somos. No ha sido la primera vez ni será la última, por tanto.
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