La autocracia está de moda. Lo está aquí en Europa, donde comprobamos que los extremos políticos se aprestan a conseguir unos resultados históricos en las próximas elecciones europeas y que, por lo demás, gobiernan ya activamente en varios países de la Unión: tanto en su vertiente más conservadora como en la izquierda filocomunista. Pero el desafío que plantea la autocracia es mucho mayor de lo que puede reflejar una coyuntura electoral. Hablamos de Rusia y de China; o mejor, cambiando el orden de los factores, de China y de Rusia.
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