Hace unos años escribí estas líneas refiriéndome a la escuela y al estado actual de la educación. Decían: «El reverso de la melancolía es el sentimentalismo vacuo de la enseñanza actual. Si hay que mirar hacia el futuro, este debe empezar a construirse en el presente. Y ello exige recuperar la intensidad, considerar a cada niño capaz de alcanzar algo importante. Ignacio de Loyola tenía una palabra para ello, que resumió durante siglos la pedagogía jesuítica: magis (siempre más). Es decir, no detenerse nunca, llegar más lejos, ir más allá, pretender dar buenos frutos, ser mejores en definitiva». Hoy no pienso muy distinto. Al contrario, quizás la melancolía no ha hecho sino incrementarse a medida que uno comprueba los efectos del despliegue de la LOMLOE.
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