Nuestra esperanza no es otra

por | Dic 15, 2023 | Animal Social | 0 Comentarios

Nuestro mundo —nuestra cultura— nació en la oscuridad gracias a un Niño alumbrado por una Virgen. Fue en un establo y no en ningún palacio, en un lugar oculto y sin historia, aunque sedimentado por la voz de los profetas. Los primeros Padres de la Iglesia supieron subrayar el hecho de que el Mesías no naciera al mediodía, bajo la luz del sol, sino de noche, en la sima de nuestros miedos más profundos, para así resaltar el fulgor de la esperanza, el lenguaje íntimo de Dios. Para un hombre de cualquier época, resulta un relato escandaloso: no que un rey o un emperador se proclamara dios, pues esa ha sido la gramática del poder a lo largo del tiempo, sino lo contrario: que el Creador se haya despojado de sus divinos atributos para hacerse Niño y, por tanto, dependiente de los demás. Dios se adentraba así en la muerte del modo más misterioso: como alguien frágil y endeble, expuesto al odio de Herodes —el otro rey— y a la incomprensible indiferencia de los posaderos. No sabemos qué pensó su madre aquella noche; ni tampoco su padre, san José. Adivinamos su profunda alegría, pero también la honda responsabilidad del fiat. En un conocido cuadro de Juan Bautista Maíno conservado en el Museo del Prado, la Adoración de los pastores, aparece a los pies del pesebre un cordero dispuesto para el sacrificio. ¿Intuyó en aquel momento María que, al final del camino, se hallaba la Cruz? Creo que sí, pero esto ahora importa poco. Lo que cuenta es el amor, el recogimiento de una vida dentro de otra, el vínculo de los corazones. «La primera luz que surgió de entre las tinieblas necesitaba un corazón que lo acogiera», escribí en una ocasión, sin saber entonces que dieciséis siglos antes san Agustín y un poco después el papa san León Magno habían desarrollado de forma casi literal la idea de que María había concebido antes en su corazón —meditando la Escritura— que en su seno al acoger el anuncio del arcángel. No podemos entender la Navidad sin asumir esta prevalencia del amor: es el amor, y solo el amor, lo que quiebra el cruel dictado de la historia.

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Daniel Capó

Daniel Capó

Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.

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