Ninguna guerra es gratuita. Tampoco la locura lo es. La ruptura de la frontera de Gaza por los terroristas de Hamás encuentra pocos precedentes en la historia reciente —Borja Lasheras hablaba, con acierto, de progromo— y nos sitúa al borde del abismo. Se suceden los múltiples puntos de tensión en el globo, con un epicentro que se ha desplazado de Ucrania a Oriente Próximo, sin que China haya abierto aún la boca. La gravedad del eventual escenario bélico se mide por la activación de la reserva en Israel —un recurso poco común por lo que supone— y que anuncia una alta probabilidad de guerra abierta.
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