Poder, ruido de fondo y rumores: en política, casi todo se mueve impulsado por estos factores. La prensa se nutre asimismo de estos mismos ingredientes, porque sabe que venden. Generan tensión, miedo, estrés y, por tanto, ventas. El cortoplacismo rige sobre el largoplacismo. Al mismo tiempo, parecemos incapaces de cambiar lo que es evidente que no funciona o que ha sido un evidente error. Benito Arruñada reflexionaba el pasado domingo en las páginas de opinión de este mismo periódico acerca de la equivocación que supuso transferir la enseñanza de la Historia a las autonomías, cediéndoles de este modo el control del pasado. Coincido con su opinión, aunque hoy, más allá de lo autonómico, la enseñanza de la Historia en las aulas de secundaria se ha convertido en un sucedáneo ideológico; pese a todo, considero que además del pasado contamos también con el futuro.
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