Al filósofo alemán Walter Benjamin le debemos unas cuantas frases célebres. Una de ellas dice así: «Cada mañana [la prensa] nos instruye sobre las novedades del orbe. A pesar de ello, somos pobres en historias memorables». Cuando escribió estas líneas, Benjamin pensaba en el exceso de información que nos abruma a diario. Las palabras han perdido su virginidad prístina para convertirse en reflejo de una ideología o de una voluntad de poder. Junto a la palabra, se encuentra también la memoria —o su ausencia—. Porque los relatos que sustancian la sensibilidad del mundo moderno o bien reflejan unos intereses determinados —los propios del poder, por ejemplo— o bien borran el recuerdo, porque en definitiva solo el futuro cuenta: esa novolatría característica del pensamiento utópico.
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