Escritor y columnista. El colaborador de este diario ha publicado junto al religioso y estudioso Carlos Granados ‘Florecer,’ un libro sobre lo que para una persona significa alcanzar la excelencia a la que está llamada
P ¿Cuál es el camino que debe seguir una persona para florecer?
R La gran escritora italiana Natalia Ginzburg, en un libro que recomiendo mucho, Las Pequeñas Virtudes (Ed. Acantilado), sostiene que los padres tenemos que enseñar las grandes virtudes y no las pequeñas. Esto es, la generosidad, el esfuerzo, la magnanimidad, el perdón… Yo diría que, incluso a veces, hay que educar en el olvido, cuando la memoria se emplea para avivar en nosotros el rencor y el resentimiento, emponzoñando así la confianza social que hace posible dar fruto. Florecer exige otear ese horizonte de la vida grande de la cual habla Ginzburg.
P Alienta a educar a lo grande, enseñando grandes virtudes. ¿Cómo se hace?
R En el libro cito una frase de la correspondencia de Dom Porion, un monje cartujo francés de la primera mitad del siglo XX, que dice así: «Es preciso saber creer y amar». Esto vale tanto para un padre como para un hijo. Una cultura que aliente la confianza en uno mismo y en los demás; en las instituciones, en las leyes y en la ciudadanía; y que, al mismo tiempo, crea que es el amor –y no el egoísmo ni el interés particular– nuestra mayor virtud tiene mucho ganado. Si confiamos y amamos, los errores que podamos cometer se van corrigiendo.
P La sociedad actual, el ritmo de vida ¿deja tiempo para que los padres eduquen?
R No, en absoluto; aunque tampoco sé si los tiempos pasados fueron mejores. Cada época sufre su locura particular y la nuestra no es una excepción. Pero, desde luego, creo que una auténtica conciliación laboral y familiar debería formar parte del plan de actuación de cualquier gobierno serio. Los pedagogos hablan mucho acerca de la importancia de la socialización de los niños y tienen razón. Pero tampoco debemos olvidarnos de lo importante que es socializarlos con los adultos –con los padres, con los abuelos, con el resto de la familia–, que les sirven de modelo y cuyos roles adoptan.
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