El próximo viernes 16 de junio, Bloomsday en Dublín, se cumplirán veinte años del fallecimiento de mi hermano, David. La muerte es el gran misterio y también el gran dolor. Los antiguos griegos sabían que «misterio» es un derivado del verbo my?, que significa «ocultar, cubrir, velar». No es la nada lo que se esconde en el misterio, sino más bien la luz, la vida, la memoria. La muerte es un enigma ante el que nos quedamos sin palabras y ante el que la eternidad se erige como una promesa y una esperanza. Recuerdo bien la mañana de su muerte, así como la extrañeza del silencio que la acompaña y unos versos que fueron suyos –aunque eran de Pavese–, porque siempre los tenía en la boca y los leía y los recitaba: «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos». La muerte, supe entonces, es el amor. O un reflejo del mismo. Sin un amor previo, la muerte no sería un misterio, sino sólo un hecho.
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