Bill Gates ha hablado. Y lo ha hecho sobre la Inteligencia Artificial (IA), ese enigmático espejo en el que la humanidad parece verse reflejada y distorsionada al mismo tiempo y donde -aparentemente- todo puede nacer y caer de nuevo. En una de las entradas recientes de su blog GatesNotes, el millonario estadounidense nos sumerge en un océano de posibilidades y temores. Habla, no en vano, del mayor salto tecnológico producido en el campo de la informática desde el surgimiento de la interfaz hace 40 años, el cual dibuja un futuro incierto en lo que concierne a nuestra convivencia con las máquinas. Su tono, sin embargo, es optimista: nos acercamos al universo soñado por los ingenieros y no al que anhelaban los humanistas.
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