Mientras que la Francia agraria se levanta en contra de la reforma de pensiones ideada por Macron, en España el Gobierno decide seguir propiciando sus políticas antiempresariales para salvar la última línea de ayudas europeas de los llamados «Fondos de Resiliencia». Al final, se encuentra siempre la difícil conciliación entre las políticas generosas del Estado del bienestar y la realidad de un invierno demográfico que envejece, década tras década, el rostro de Europa. Un continente menos joven supone una mayor presión sobre los dos grandes pilares sociales de la Unión: la sanidad –¿cómo pagar todos los tratamientos crónicos necesarios?– y las pensiones públicas –¿cómo seguir sosteniéndolas?–. Las dos necesitan reformas y ambas resultan costosas electoralmente para el gobierno de turno.
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