Suelo recibir pocos libros. Los abro con alegría: por ser pocos y por el afecto que traen consigo. La llegada de Florecer, el breviario que acaban de publicar Daniel Capó y Carlos Granados, ha crepitado feliz en mi invierno. Con Capó he tejido una amistad de la voz. Hablamos habitualmente; nunca nos hemos visto. A veces, interesado por mi opinión, me recita uno de sus artículos. Al leerlos más tarde, adivino repliegues de su sentido más secreto, inapresable, bajo el recuerdo de la cadencia íntima de su entonación. En su parte del librito que tengo entre las manos, con el título de “Donde se hace la luz”, puedo imaginarlo pesando las palabras como si estuviese componiendo una partitura. Trata de la paternidad y de la filiación de la única manera en que es posible intentar acercarse a ellas: sin la arrogante pretensión de encajarlas en conceptos; con rigor vulnerable, atento a los matices que enseña a describir el propio itinerario existencial.
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