Al gran Javier Marías le irritaban especialmente las obras públicas que, año tras año, vienen colapsando las ciudades. Se levantan calles y aceras, se rehacen plazas –la mayoría de veces de forma innecesaria–, se quitan o se añaden aparcamientos, se construyen túneles y rotondas, se sustituye el ADSL por la fibra óptica, se anuncian Juegos Olímpicos o Copas Davis y así un largo etcétera. A Marías le molestaba el ruido en Madrid –hay pocas cosas más infernales que el traqueteo incesante de la maquinaria de construcción– y al conductor le enojarán los atascos que ocasiona este laberinto de zanjas y cunetas. Se diría que la política moderna no es más que una campaña electoral que se financia con el déficit y la mampostería industrial. En 2023 celebraremos de nuevo elecciones y ahí están las obras para recordárnoslo.
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