A continuación pueden leer el inicio del prólogo que he escrito para el interesante libro El caso Furtwängler:

«A principios de los años cincuenta del pasado siglo –o quizás fuera a finales de los cuarenta–, el escritor Ernst Jünger y el director de orquesta Wilhelm Furtwängler se encontraron no lejos de Basilea. «La madre de Rudolf Gelpke vino a recogerme, desde Binningen, para comer –escribió Jünger en Acercamientos, su conocido libro sobre las drogas–. Durante el camino, se detuvo ante un hotel para recoger todavía a un invitado: Wilhelm Furtwängler. Cuando cruzábamos la plaza del mercado, saltó un perno de la caja de cambios. La señora de Gelpke se apeó para ir a buscar un mecánico, mas antes de que se fuera se había ya formado a nuestras espaldas una fila de tranvías cuyos conductores tocaban rabiosamente el claxon. El maestro y yo tuvimos que ofrendar un sacrificio a Mercurio mientras empujamos el coche hasta bajarlo de los raíles. Luego, para reposarnos y aguardar el curso de los acontecimientos, nos fuimos a una cafetería cercana. En este sentido, el salto del perno fue un azar feliz –es una experiencia que a menudo me ha tocado en suerte con las averías–. Pudimos así disponer de una horita tranquila para tratar de un tema del que ya se había ocupado Platón y sobre el cual siempre me ha gustado escuchar el parecer de los contemporáneos inteligentes: cómo ha de comportarse el artista frente al déspota. Después no habríamos dispuesto de tiempo para ello, pues Furtwängler, que esa tarde debía dirigir un concierto, se retiró una vez acabada la comida. En tales días acostumbraba a recogerse para meditar y reposar hasta subir al escenario».

Años más tarde, Jascha Horenstein, el fiel discípulo del maestro berlinés, señalaría que en aquellos momentos, una vez se recogía en el camerino, Furtwängler recordaba a un león en la jaula o a un volcán a punto de entrar en erupción, cuando el magma sacude la tierra y tiene lugar lo que los sismólogos definen como un “temblor armónico”: la vibración de la energía antes de desbordarse. Pero esto no es lo que nos preocupa aquí ni ahora, ni es lo que le preocupaba a Jünger, sino el destino de la libertad humana cuando se enfrenta cara a cara con la tiranía…».

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