El Brexit se vendió, desde las élites de la City, como un programa de crecimiento económico. Bruselas simbolizaba todos los males de la esclerosis europea: burocracia y reglamentarismo, por un lado, y pérdida de soberanía, por el otro. La renacionalización permitiría recuperar soberanía, flexibilidad e incluso unas cuantas libras que se perdían en el entramado funcionarial de la Unión. Había algo de ingenuidad (y de mala baba demagógica) en un discurso que culpabilizaba a su principal socio desde hacía medio siglo y que vendía a cambio un edén idealizado. Pero no todo era populismo entre los partidarios de la ruptura; no al menos entre aquellos que ofrecían una lectura más sofisticada de los beneficios del retorno al Estado-Nación.
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Buen análisis. Por lo visto seguiremos en vilo durante décadas. Nos han tocado vivir momentos de gran inestabilidad. Enhorabuena Sr. Capó.