Hace años, visité con mi familia un antiguo convento que fue colegio a principios del siglo XX. No sabíamos qué nos depararía aquel vetusto edificio hoy en día utilizado como residencia para unos pocos estudiantes universitarios y para algunas monjas ya retiradas. Tras los muros se sucedían las viejas aulas, ahora convertidas en un museo que apenas nadie visita. Los diminutos pupitres, los mapas perfectamente alineados, los utensilios de bordado, el pequeño piano… nos hablaban de un mundo pequeño burgués ya completamente extinguido.
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