La pregunta por el silencio –o por su ausencia– recorre la historia del arte. También la pregunta por su opuesto, que es la expresión dramática. «El creador –sostenía nuestro Ramón Gaya– no aspira a la palabra, es decir, al arte, a la obra, sino al silencio; claro que a un silencio vivo, a un silencio de vida, no de muerte, ni siquiera mudo, sino comunicante, a semejanza, quizá, del mismo silencio de Dios». Gaya veía el culmen de la creación artística en la obra callada de Velázquez (a quien dedicó un libro memorable), de Tiziano o de Van Eyck.
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