¿Se repetirá en el futuro lo que sucedió en el pasado? No hablo de la letra pequeña, de esas circunstancias imprevisibles que de algún modo nos definen, sino del tono general, de la melodía propia la condición humana. Hay ejemplos para todos los gustos, pero se diría que las emociones –el amor y el odio, la generosidad y la envidia– vuelven una y otra vez, y todos sabemos lo mucho que depende nuestra racionalidad del manejo de estas pasiones. Aunque, por otro lado, hay movimientos históricos que desaparecieron para siempre: el Románico, el Gótico y el Renacimiento pasaron y no volverán; asimismo, tras la caída de Roma llegaron unos siglos oscuros, al menos en contraste con los anteriores. La mayor parte de la música clásica contemporánea es cacofónica –en el mejor de los casos–, muy lejos de las maravillas de los siglos anteriores. ¿Y qué decir de la pintura? Pero no sólo es la cultura lo que cambia; también la riqueza de las naciones. Si antes primaban los recursos mineros, ahora podría decirse que es la tecnología lo que domina. Unas industrias quedan obsoletas y son reemplazadas por otras en lugares distintos, transformando la fisionomía de las naciones y de los continentes.
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