Se preguntaba Aloma Rodríguez en THE OBJECTIVE qué hacer con los libros cuando ya no caben en casa y empiezan a fagocitar todos tus espacios vitales. Yo –lo he contado ya en alguna ocasión– he llegado a guardar libros entre los calzoncillos y los calcetines en los cajones de un armario. Una parte de mi biblioteca se encuentra en casa de mis padres; otra, en un apartamento de mis abuelos; otra, seguramente la menos nutrida, en mi propia casa. Tengo libros en billies de Ikea, en cajas de cartón –¡ay!–, debajo de la cama –¡ay, ay!–, encima de sillas –¡ay, ay, ay!– y, últimamente, incluso en el maletero del coche, en dos cajas destartaladas. Tengo setenta y tres –los conté esta mañana– en la mesita de noche, la mayoría empezados pero ninguno terminado. Este caos provoca alguna que otra bronca matrimonial que, por supuesto, no pasa a mayores. Cada uno es como es, tiene sus vicios y virtudes, y hay que saber elegirlos. ¡Hasta los pecados conviene escogerlos a conciencia!
LEER ARTÍCULO COMPLETO EN THE OBJECTIVE.
0 comentarios