David Rieff, en un artículo publicado en el último número de la revista Letras Libres, ha señalado, refiriéndose a la ideología woke: «No me parece que la derecha (la mayor parte de ella, al menos) tenga ninguna respuesta coherente». Y abundando en ello, añade: «Lo woke y la teoría crítica de la raza están ahora imbricados en la cultura, tan profunda y tan ampliamente en la educación primaria y secundaria, en los colegios y universidades, en los museos, en las salas de conciertos, y ahora cada vez más en los hospitales y en el resto del mundo científico-técnico, que las leyes aprobadas por las legislaturas estatales conservadoras que prohíben tal o cual aspecto de esta ideología tienen muy pocas probabilidades de éxito. Por decirlo brutalmente, no puedes librar una guerra cultural cuando en realidad nunca te ha interesado la cultura». Esto último es literalmente cierto. Se podrá decir que la izquierda lee poco o lee mal, y es así; sin embargo, la mayor parte de la derecha ha vivido completamente de espaldas a lo que podemos denominar la «cultura seria». Queda el marketing o la imagen, las modas o la estética vacía del posmodernismo, pero difícilmente una crítica seria a la realidad que se mueva al margen de los criterios del crecimiento económico.
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