De la madrileña Teresa Berganza (1933-2022), lo primero que llamaba la atención era su línea de canto: diáfana, cerebral, brillante –como su propia voz, de mezzo aguda–, algo desenvuelta, siempre medida, sin aspavientos ni excesos, con una libertad que buscaba el sentido más que el lucimiento, la comunicación más que la pirotecnia. En este aspecto, era más una cantante de cámara que de teatro, una artista que supo unir la tradición española con la introspección de los grandes intérpretes alemanes, como un Dietrich Fischer-Dieskau o una Christa Ludwig.
Foto: La cantante Teresa Berganza, en una imagen de 1977|Scotsman (ZUMA Press)
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