Se diría que la confianza construye a las personas y a los pueblos, mientras que la desconfianza los destruye. Divide et impera, reza un viejo adagio que también cuenta con su eco evangélico. La confianza restaura al ser humano, porque convierte al prójimo en criterio de verdad: su palabra vale, su esfuerzo nos enriquece, su honradez nos libera de la esclavitud de la soledad. La confianza nos dice: «Somos distintos, pero nos aceptamos unos a otros y compartimos un destino. Yo responderé cuando me llames, no te engañaré ni te fallaré en los momentos de necesidad». Je responderay –así en francés antiguo– era el lema familiar de Denys Finch Hatton, el inmortal amante de Karen Blixen. Lo cuenta la escritora danesa en uno de los ensayos que acaba de publicar la exquisita editorial Elba bajo el título de Daguerrotipos y otros ensayos. Para ella, la palabra responderé tenía «un hondo significado». Responder con nobleza y fidelidad es el cimiento de la humanidad buena, frente a la que cultiva la mentira, la astucia y la sospecha. La desconfianza nos destruye porque convierte la maldad —el odio, el desprecio, la envidia, el egoísmo— en el principio rector del hombre, en su condición sustancial.
Cómo resistir a la desconfianza


Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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