Cuenta Ross Douthat en La sociedad decadente que el último gran empeño colectivo de la humanidad fue el proyecto Apolo, gracias al cual se logró llegar a la Luna. Nuestra prosperidad es heredera todavía de la tecnología que hizo posible que Armstrong pisara el suelo lunar. Hablamos de tecnología, que es como hablar de prosperidad, pero hablamos también de una visión, de un anhelo. Resulta inimaginable el mundo sin los avances originados por la exploración espacial –del GPS a la mejora de los materiales o a la industria de los satélites– y de la cual es deudor nuestro día a día. La pregunta por el desarrollo es, por tanto, una doble pregunta, que concierne a los sueños colectivos y a los avances científicos. Voluntad y conocimiento, diríamos. También moral, evidentemente, en el sentido clásico de la mesura y de la contención.
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