«Cuando recuerdo que soy polvo, también recuerdo que estoy destinado a ser más», escribe el noruego Erik Varden en La explosión de la soledad (Ed. Monte Carmelo), uno de los libros más hermosos y originales que se han publicado este año en España. El polvo es la memoria de la humanidad y también nuestro destino, nuestro origen y nuestro fin. Al señalar nuestra procedencia, nos enseña también cómo crecer de forma fecunda y cómo echar raíces en la realidad para dar sombra y fruto. La lectura de Varden arranca en el famoso episodio del Génesis y hace suya la interpretación de un padre alejandrino de la Iglesia, Orígenes, quien subraya que, «mientras que Dios lo hizo todo con su palabra, a Adán lo creó con su mano». Ese fango que nos constituye no es, por tanto, una tierra agostada o yerma, ni un terreno baldío destinado al olvido, sino la materia humilde que fue trabajada con delicadeza por su Creador. En el inicio mismo de nuestra historia, hallamos un acto de predilección y de amor.
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