Reflexionando sobre Quiero cansarme contigo y la obra última del filósofo Javier Gomá, mi amigo Jorge Freire escribía el pasado sábado en The Objective una hermosa columna sobre las circunstancias que acompañan cualquier vida. «Los compañeros de pupitre –rememora–, como los profesores, los juegos del recreo, el matón de clase y el rancho del comedor, vienen siempre dados». Hay algo de esto, sin duda. La familia y los genes, desde luego, y sabemos que su importancia no es menor.
También el capital social y cultural que recibimos directamente de los padres, el barrio en que vivimos y el colegio donde estudiamos. Son factores intangibles, difíciles de medir, pero reales y operativos en el trazo del tiempo. Influyen, por ejemplo, extendiendo o limitando el espacio de nuestra imaginación, al igual que hace la literatura o el cine. Como en nuestra biografía la presión horizontal –la de nuestros pares– es tanto o más importante que la vertical –la de nuestros superiores–, el viejo proverbio según el cual debemos vigilar las amistades de nuestros hijos adquiere todo su sentido: el ambiente educa por emulación mimética. Ferran Toutain ha escrito un libro muy hermoso al respecto.
0 comentarios