Siendo uno de los grandes escritores de su generación y pese al prestigio del que disfruta en Francia, donde ha recibido premios importantes, José Carlos Llop no ha tenido entre nosotros un reconocimiento acorde a la calidad de su obra, aunque sus libros sean muy apreciados por un número no escaso de fieles para los que el mallorquín, en cualquiera de los géneros que ha cultivado, es un viejo conocido al que debemos muchas horas de felicidad lectora. Desde la periferia insular, donde ejerce como bibliotecario y articulista, Llop lleva cuatro décadas entregado a la elaboración de una literatura exquisita, muy consciente de su pertenencia a la tradición o las tradiciones europeas y en particular al luminoso ámbito mediterráneo, espacio fundacional que considera su «verdadera casa». El elegante cosmopolitismo de su escritura remite a un tiempo, el siglo XX en parte mitificado, en el que el término, ahora envejecido, era sinónimo de civilización e intercambio de culturas. Poeta en verso o en prosa, su obra ha logrado eso tan difícil, alumbrar un universo propio donde se unen lo vivido, lo leído y lo imaginado, asociados en lo formal a un tono y una atmósfera inequívocamente llopianos.
0 comentarios