En su libro de Ejercicios espirituales, san Ignacio de Loyola se refirió a las “dos banderas” que se enfrentan en nuestras vidas, del combate entre dos ejércitos, de la obediencia debida a uno de sus dos reyes. Se trata de una lógica dual que no debería resultarnos extraña, porque el drama de la condición humana estriba precisamente en esta disyuntiva: saber elegir entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto. De algún modo las dos banderas reflejan la historia de la Navidad, que no son “las fiestas del afecto” –como dice Pedro Sánchez– ni la feria del consumismo compulsivo teñido de sentimentalismo que quiere la publicidad, sino el relato mítico –o no– de dos reyes que se enfrentaron en un pequeña aldea de la Palestina romana.
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