La estrategia del poder no siempre coincide con las necesidades de un país. Al contrario, a menudo juega en su contra. Los males de España no resultan difíciles de diagnosticar, al menos en sus grandes rasgos: un mercado laboral rígido con una fuerte tendencia al uso intensivo de un empleo de baja calidad; una industria poco competitiva, muy centrada en sectores decrecientes o que padecen una evidente crisis de modelo; una escasa inversión histórica en I+D, con la consiguiente descapitalización del personal científico; un sistema educativo roto desde hace décadas, sin que hayamos sido capaces de revertir las tendencias negativas; unas tensiones territoriales, al parecer irresolubles, y que retornan cíclicamente en forma de cantonalismo, desconfianza y, ¡ay!, odios enconados.
El trabajo bien hecho
Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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