El año en que llegué a la universidad, se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona y yo engordé diez kilos. No hay ninguna relación directa entre ambos acontecimientos, sino que dejé de hacer deporte y empecé a estudiar en serio por primera vez en mi vida. Nos creíamos modernos sin serlo sólo porque los Juegos habían sido un éxito y Barcelona se presentaba guapa al mundo, y España también. Estrenábamos, sin que yo lo sospechara, un nuevo modo de hacer política sustentado en la ficción. Alguien dirá que esto siempre ha sido así y no lo discutiré, puesto que hablo sólo de lo que he vivido, de lo que conozco de primera mano. En aquellos años, Monserrat Caballé cantaba junto a Freddie Mercury un pastiche pop, que ejemplificaba el rostro de una modernidad sin sustancia ni contenido: la modernidad televisada de las mamachicho, las tetas de Sabrina interpretando “boys, boys, boys” y el erotismo en formato thriller de Instinto básico.
0 comentarios