No se puede leer el presente sin mirar al pasado. Hace cuatro años, la victoria de Donald Trump se cimentó más en la angustia y el miedo que en la decepción. La angustia y el miedo son vínculos emocionales, reflejos de una crisis existencial más profunda de lo que hace pensar el optimismo superficial de las cifras. La sofisticación intelectual de Obama, tan del gusto de los científicos sociales, ocultaba una división honda entre un mundo antiguo —el del siglo XX, por llamarlo de algún modo— y otro vorazmente disruptivo, desligado de cualquier anclaje en los valores tradicionales del país. El crecimiento económico —que pivotaba en torno a las grandes corporaciones y la globalización— se traducía en la precarización de las antiguas clases trabajadoras y en un desempleo —cuyos números eran seguramente mayores de lo que indicaban las estadísticas oficiales— que se cebaba en los varones de mediana edad. Pero el malestar no respondía únicamente a las heridas mal cicatrizadas del 2008 ni a los efectos secundarios de la revolución tecnológica —por muy preocupantes que fueran—, sino que mostraba un abismo de carácter cultural: el de una nación dividida por las ideas, que es como decir rota en sus creencias más íntimas. En un escenario de pluralidad, un candidato tan excéntrico como Trump no habría ganado. En un país donde el pluralismo ha desaparecido porque reina la confrontación, la victoria del candidato republicano indicaba tanto el malestar como el hartazgo con el discurso dominante entre las élites. En sus memorias de aquellos años, el speechwriter de B. Obama, Ben Rodhes, se preguntaba —por boca del presidente— si habían llegado demasiado pronto al poder. O, dicho de otro modo, si la sociedad americana estaba preparada para unas políticas tan liberales como las que planteaban los demócratas. La respuesta de Rodhes es inequívoca: ellos no se equivocaron. La respuesta del votante, en cambio, no fue tan evidente: la victoria que otorgó a Trump fue la consecuencia de una división previa, astutamente inflamada por los medios.
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