Si uno mira la evolución del IBEX 35, comprobará que el índice español se encuentra en niveles de hace veinte o veinticinco años. Es un gráfico sesgado, desde luego, que no refleja exactamente la realidad: al contrario que otros mercados bursátiles –el DAX alemán, por ejemplo–, el español no tiene en cuenta el pago de dividendos, históricamente uno de los más generosos de Europa. Pero aun así nos encontramos muy lejos de la evolución positiva de otras economías y la impresión rápida que se lleva el ciudadano es la de una sequía de años, un curso de décadas perdidas a nivel productivo e industrial. Se dirá –y con razón– que vivimos mucho mejor que a finales de la década de los noventa, y así es.
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