“Si no creéis en mí, creed en mis obras”. La cita evangélica no es literal, pero ese sería su sentido; la gramática debe conjugar con la praxis, las palabras con el ejemplo. Pensemos, sin embargo, en las disonancias y juzguemos lo que indican: el mensaje que lanzan los gobiernos sobre el coronavirus –una probable pandemia– resulta mayormente tranquilizador. Se trataría de una especie de gripe más o menos intensa, con una tasa de mortalidad muy controlada –poco más del 2%–, que se ceba sobre todo en personas de mayores de setenta años con algún tipo de patología previa. En cambio, si analizamos las medidas que adoptan estos mismos gobiernos, la realidad que emerge es otra muy distinta. ¿Cerrar los colegios en Japón durante cinco semanas con algo más de ochocientos infectados? ¿Prohibir en Suiza los eventos públicos que reúnan a más de mil personas? ¿Tapiar en China fincas de pisos y comunidades enteras de vecinos? Son decisiones inauditas, inexplicables. “Si no creéis en mí, creed en mis obras”, leemos en el Evangelio de san Juan que es como decir: “prestad más atención a los hechos que a las palabras”. No es mala idea aplicarse a esta labor. Y desconfiar de las palabras huecas.
0 comentarios