En su último Thoughts from the frontline, John Mauldin ha recurrido al símil de la “ceguera olfativa” para ilustrar el estado actual de la inflación mundial. Por supuesto se puede hablar de la anosmia como una especie de daltonismo del olfato, la incapacidad de reconocer determinadas vetas de olor, pero Mauldin se refiere a algo mucho más concreto y común: la incapacidad de reconocer –por costumbre- los olores más habituales de nuestro entorno, ya sea el de nuestras mascotas, el tabaco, los perfumes o los directamente corporales, que los otros perciben de inmediato –a menudo con desagrado- pero nosotros no. Lógicamente la “nose blindness“ afecta a lo evidente más que a lo extraño, a lo familiar más que a lo lejano. Se diría que de un modo u otro, todos somos víctimas del rigor de esta metáfora. La política española también.
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