Los antiguos definían la acedia como falta de cuidado. Para los griegos, acédico era no enterrar a los muertos, dejarlos al albur de los animales carroñeros y permitir que se descompusieran sin honra ni piedad. Empédocles y Cicerón se refirieron a este abandono con especial acritud. Desatender los deberes filiales, no respetar siquiera la dignidad de los caídos corroboraba la deshumanización de un individuo o de una sociedad. Si la cultura es cultivo y las páginas de los libros remiten etimológicamente a la función civilizadora de los pagos romanos, el mundo clásico sabía que si no se honraba a los muertos tampoco se cuidaba a los vivos.
Una educación acédica


Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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