Entre otras cosas, la vida pública consiste en pagar. Impuestos, por ejemplo. O tasas. Y está bien que sea así. Las sociedades modernas se sostienen sobre unas infraestructuras que promueven el desarrollo y unos programas de bienestar que garantizan unos niveles aceptables de equidad. Como ya intuyó Tocqueville, el difícil punto de equilibrio entre lo público y lo privado tiene mucho que ver con la cultura y las costumbres de cada país. Si los dos grandes modelos de éxito son hoy en día Dinamarca y Singapur, resulta fácil adivinar la enorme distancia que los separa: en lo económico y en lo social. Tienen en común, sin embargo, una voluntad de racionalizar la política y no gobernar a golpe de improvisaciones.
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