“Amar puramente –escribe Simone Weil– es adorar la distancia entre uno y lo que se ama”; es decir: no mancillar, no dominar, ni siquiera apoderarse de lo que no somos y, sin embargo, desearíamos como luz nuestra. Nadie es foco de su propia verdad; quizás sólo Dios, que tuvo que desdoblarse en tres para iluminar su intimidad, de modo que también el hombre necesita descubrir al distinto para reconocerse y saber quién es. “Amo, luego existo”, afirmó Zizioulas, señalando lo obvio: precisamente porque he sido amado existo no sólo encerrado en mí mismo, sino fuera: hacia los demás. El amor se asocia así con una extraña humildad, que es la distancia que observa Weil. El espacio hace posible la luz y la atracción, el deseo y el encuentro, la libertad y el vínculo; el sometimiento -en definitiva- al amor como una disciplina de la verdad.
Sobre el amor
Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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