La democracia funciona como el oleaje cuando choca contra la orilla: una ola sigue a la otra, cada una con su forma, cada una con su personalidad. La vida es ondulante, decía Montaigne, y lo cierto es que llevamos desde 2008 inmersos en un periodo de incertidumbre que describe un final y anuncia un inicio, aunque seamos incapaces de vislumbrar el rostro de esta nueva sociedad que está surgiendo. ¿Se sitúa más o menos a la derecha que la Europa que se construyó en la postguerra? ¿Es más nacionalista o, en realidad, lo es menos y, por lo tanto, más igualitaria? ¿Asistimos a un proceso acelerado de profundización de la democracia o a la manifestación de una deriva patológica de la misma? Casi cualquier respuesta que demos a estas preguntas resulta plausible. A veces las tendencias de fondo contradicen los movimientos coyunturales, es decir, la inmediatez de la política. Quizás sea ese el caso. Sólo el tiempo lo dirá.
Como el oleaje


Daniel Capó
Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.
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