“Ya nadie sueña con la flor azul –anotó Walter Benjamin en 1925-. Si alguien hoy se despierta siendo Enrique de Ofterdingen, ha de ser sin duda porque se quedó dormido hace mucho tiempo”. Acudo estos días a los oficios de Semana Santa y se diría, en efecto, que el color sustantivo del pasado se ha ido tornando pálido y gris. Los símbolos religiosos permanecen en pie desprovistos de sentido, como iconos de un dios muerto. Es la tentación de la estrella matutina frente a la luz gastada de los días. El obispo recrea en su homilía los capítulos de la Pasión utilizando las brumas emocionales de la ficción: se inclina ante nuestra época.
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