La pujanza china plantea un dilema universal: la soberanía del poder político frente al equilibrio democrático que proporcionan las leyes. De fondo, subyace un debate de ideas que se ancla en la Historia y que suscita nuevos interrogantes con el retorno de la era de los conflictos. Por un lado, la Europa legalista que sostiene los principios continentales de la Ilustración liberal y que reivindica como propios los grandes avances sociales y, por otro, una lógica de poder distinta, más estatalizada en el caso asiático, más pragmática, menos idealista, que rechaza la universalidad de los valores occidentales y pugna por liderar un nuevo orden mundial que pivote no ya en torno al Eje Atlántico, sino sobre el Pacífico, con sus cuarenta o cincuenta millones de nuevos consumidores al año.
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