La posguerra europea se caracterizó por la guerra fría con la URSS y el descubrimiento de la necesidad inevitable del consenso para fortalecer la paz y la democracia. La Europa de la segunda mitad del siglo XX se construyó precisamente sobre esta búsqueda del consenso que dirimía conflictos de clase, entre naciones y también identitarios. El sueño de la Unión, de raíz tanto democristiana como socialdemócrata, facilitó esa labor. El Estado del bienestar impulsaba la cohesión social y atenuaba las diferencias entre el capital y el trabajo. Parte de este desarrollo se financiaba con la inflación, con un crecimiento enorme de la deuda y, por supuesto, con una demografía favorable.
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