Tras su iluminador La revolución divertida, que trataba acerca de la influencia del movimiento pop en las ideologías políticas contemporáneas, el ensayista Ramón González Férriz nos adentra en la historia y en la actualidad de la revolución cultural que tuvo lugar hace ahora medio siglo con su último ensayo 1968. El nacimiento de un mundo nuevo (Ed. Debate). En esta larga conversación con Nueva Revista, su autor desgrana las ideas centrales que recorren el libro, plantea inquietudes y reclama ensanchar el marco conceptual del liberalismo contemporáneo
DC. Hace unos años, en un diálogo con Sloterdijk, el filósofo francés Remi Brague habló con una enorme crudeza sobre el mayo del 68: “Pertenezco a una generación especialmente repugnante –dijo-, sobre todo en Europa, la generación del baby boom que se lanzó a las barricadas en mayo del 68, los hijos de familias burguesas, porque los hijos de los obreros eran policías. Tengo la impresión de pertenecer a una generación que para la siguiente generación, pienso en mis hijos, les ha dejado una vida imposible: unas condiciones de trabajo penosas que les hace muy difícil tener una familia, disfrutar de un trabajo estable, que les ha envenenado el cerebro… En resumen, una generación para olvidar”. ¿Crees Ramón que, en efecto, se trata de una época para recordar solo para no volver a cometer sus errores?
RGF. Yo tengo una mirada ambivalente sobre el 68, o sobre la revolución cultural de los sesenta en general: no creo que todo lo sucedido entonces fuera perjudicial ni mucho menos. Cierta ruptura de las jerarquías tradicionales, de rigideces morales o sexuales, me parece positiva Y el gran estallido de cultura pop, aunque tiene sus problemas, también me parece enormemente refrescante.
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